Leo muchas opiniones ultimamente sobre el «negocio» que se esconde tras los libros de texto (e incluso peticiones a
change.org por un precio justo). Por ejemplo en este artículo de Economía Zero
«El maloliente negocio de los libros de texto». También sobre si las editoriales contaminan con sus creencias religiosas estos libros. Es cierto que muchas editoriales nacen de órdenes religiosas (SM, EDB), pero no todas son así (Santillana, Anaya).
En mi opinión las cosas se podrán hacer de manera muy diferente, partiendo de la base de que no se toque la educación cada vez que hay un cambio de gobierno, cambios que además, aquí sí, son electoralistas, mediáticos e ideológicos, pero no necesariamente pedagógicos. Esto genera la inmediata obsolescencia de los libros, cargando los bolsillos del consumidor pero también generando pérdidas en las editoriales, que tiene que hacerlos de nuevo con todo el largo proceso que esto supone.
Pero en otro momento me meto en este jardín que merece mucha más atención que la que tiene una introducción. Aquí venía a explicar cómo se hacen, y a ello paso.
Antes de nada aclararé es que cada libro de texto viene acompañado de una Propuesta Didáctica, un Solucionario y múltiples recursos digitales, en los que no vamos a entrar en este momento, porque hablaré solo del proceso del libro de texto en sí, pero hay que recordar que hay que multiplicarlo por 3 (Libro del alumno, Propuesta Didáctica y Solucionario).
Creación de contenidos. La editorial contrata a los autores o autoras del libro. Pueden ser desde 1 a 5 autores, habiendo en este caso un coordinador/a. Normalmente son docentes de centros de secundaria o universidad. Este equipo crea los contenidos que van entregando en unos plazos preestablecidos. Deben ajustarse al curriculo que se publica en el BOE (curriculo elegido por el gobierno de turno, recordemos). Harán a su vez también los contenidos digitales, la propuesta didáctica y el solucionario, todo a medias con los editores y editoras de la casa.
Edición. Los temas en word se revisan por los editores/as de la casa, corrigiéndolos ortosintágticamente y ajustándolos a las competencias básicas de la asignatura. Normalmente para cada libro se designa a un/a editor/a, aunque una misma persona puede llevar varios libros a la vez. Estos se ocupan también de pedir fotografías e ilustraciones. Las editoriales cuentan con grandes bases de imágenes que facilitan y abaratan su tarea, pero siempre hay que comprar algunas foto de agencias. Para cada libro se pueden contratar una media de 3 o 4 ilustradores e ilustradoras a los que se paga por ilustración entregada.
Maquetación. Se pasa a fase de maquetación, ajustando los textos e imágenes a una maqueta diseñada para ESO o Bachillerato (hablamos de educación obligatoria). Se hace una maqueta base para cada ciclo pero evidentemente varía según la asignatura que aloje, puesto que cada una tiene unas necesidades específicas que hay que tener en cuenta. Esta maqueta sirve para el libro papel y con unos cambios nada desdeñables (de diseño) para el libro digital.
Esta fase es muy larga, puesto que ya volcados los contenidos en maqueta se revisan indefinidas veces por el editor/a de la casa y por los autores o autoras de la materia, corrigiendo, quitando, poniendo, ajustando, etc.
Una vez terminados los libros se hacen los
ferros: se imprime cada página en un papel de mayor calidad a partir de un pdf que será el que vaya a la imprenta para comprobar que realmente lo que vemos en pantalla es lo que va a verse en el libro papel. Aquí se detectan errores técnicos y se corrigen.
Fase de impresión (hablo solo del libro papel en este caso). Se hacen los libros físicos en grandes imprentas y se llevan a almacenes esperando ser suscritos por los centros.
Labor comercial. Los comerciales van a cada centro enseñando los libros, con todos sus muchos complementos para la asignatura. El centro es finalmente el que decide si los los suscribe o no.
ANELE (Asociación Nacional de Editores de Libros y material de Enseñanza) prohibió hace tiempo la práctica de hacer regalos a los centros a cambio de las suscripciones (por ejemplo, pizarras digitales o portátiles para la sala de profesores), pero hay editoriales (como Edelvives) que no están suscritas.
Es un proceso largo (casi un año para cada campaña) y caro, y en el que intervienen muchos profesionales de todo tipo. Y la última palabra la tienen los centros.
Esto es, objetivamente, cómo se hacen. Por eso vale lo que vale. Otra cosa es que deberían ser subvencionados por el Estado, por supuesto.
